FACEBOOK TODO LO SABE
Experta advierte sobre Chile: "Facebook sabe
qué pasa en un barrio. Cuántos policías deben llegar"
“Somos
menos felices y menos productivos que nunca porque somos adictos”. Así de
enfática es Marta Peirano, periodista española que desde los 90, cuando
descubrió los círculos hackers de Madrid, se ha obsesionado con los efectos que
la tecnología produce sobre nuestra sociedad.
De
hecho, en su último libro, El enemigo conoce el sistema, se aboca a vincular
los recursos psicológicos que utiliza la tecnología con la vulneración a la
privacidad de los usuarios, y cómo esto redunda en jugosas ganancias para las
empresas.
“Las
redes sociales son como máquinas tragamonedas, que están cuantificadas en forma
de likes, de corazones, de cuánta gente ha visto tu post y genera una adicción
especial, porque es lo que dice tu comunidad, si te acepta, si te valora.
Cuando esa aceptación, que es completamente ilusoria, entra en tu vida, te
vuelves adicta, porque estamos condicionados para querer encajar en el grupo,
nuestra vida depende de que se nos acepte y se nos valore”, explica en
entrevista con la BBC.
“Cada tweet que leo, cada posteo de Facebook
que llama mi atención, cada persona de Tinder a la que doy like, es un evento.
Y en la psicología del condicionamiento existe el condicionamiento de intervalo
variable, en el que no sabes lo que va a pasar. Abres Twitter y no sabes si vas
a retwittear y te vas a convertir en el rey de tus amigos durante los próximos
20 minutos. El que no sepas si vas a tener premio, castigo o nada, hace que te
enganches más deprisa”, agrega.
Para
la periodista, una de las muestras de los peligros de esta tendencia, es que
las empresas están constantemente en busca de aumentar sus efectos.
“Netflix
tiene muchos recursos para lograr que en vez de ver un capítulo a la semana,
como hacíamos antes, veas toda la temporada en una maratón. Su propio sistema
de vigilancia sabe cuánto tiempo pasamos viéndola, dónde la paramos para irnos
al baño o hacernos la cena, cuántos episodios somos capaces de ver antes de
quedarnos dormidos. Eso les ayuda a refinar su interfaz.
Entonces,
si llegamos al capítulo cuatro y nos vamos a la cama, saben que es el punto de
desconexión. Luego llaman a 50 genios para que lo resuelvan y en la siguiente
serie nos quedemos hasta el capítulo siete”, asegura.
Peirano
es especialmente crítica del efecto que la adicción tecnológica tiene sobre los
niños, que son aún más vulnerables debido a que los padres lo favorecen de
manera inconsciente.
“Los
niños se enganchan más rápido que nadie. Y no es que no tengan fuerza de
voluntad, es que ni siquiera entienden por qué puede ser malo para ellos. No
dejamos que nuestros hijos beban Coca Cola y coman golosinas, porque sabemos
que el azúcar es dañino, pero les damos pantallas para que se entretengan,
porque así no tenemos que interactuar con ellos. Un niño que no tiene una
pantalla se aburre. Y un niño aburrido, molesta. Si tú no estás dispuesto a
interactuar con tu hijo, es porque a lo mejor prefieres estar haciendo otras
cosas”, sentencia.
“Los gobiernos pueden hacer predicciones y
manipular tus respuestas”
Pese
a que el uso comercial de nuestros datos ya es suficientemente malo, Peirano
describe otra consecuencia más temible: la vigilancia por parte de los
gobiernos. En este escenario, se pueden hacer predicciones a partir de grandes
bases de datos, y realizar acciones para manipular las respuestas de la
población.
“Estamos
obsesionados con nuestros datos personales, mis fotos, mis mensajes, pero el
valor real es estadístico, porque tus mensajes más los de 3.000 millones de
personas más, le dicen a una empresa o a un gobierno quiénes somos
colectivamente.
Saben
que cuando en un país de ciertas características sube el precio de la
electricidad entre un 12% y un 15%, pasa tal cosa, pero si sube entre un 17% y
un 30% pasa otra. Las predicciones sirven para manipular e ir ajustando tus
actividades, para saber, por ejemplo, cuánto puedes putear a la población con
el precio de las cosas antes de que se te rebelen o se te empiecen a suicidar
en masa”, indica.
Consultada
sobre si esto fue la situación ocurrida en Chile tras las protestas del 18 de
octubre, gatilladas por el alza en los pasajes del Metro, la periodista indica
que si el gobierno chileno no hizo uso de estos datos, las grandes empresas
tecnológicas ciertamente sí.
“A
lo mejor el gobierno chileno no lo está procesando de esa manera, pero Facebook
sí lo está haciendo, Google lo está haciendo, porque toda la gente que está en
la calle tiene el móvil en el bolsillo. Y lo han llevado durante los últimos
años de su vida.
Facebook
sabe en qué barrios han pasado qué cosas y por qué, cómo se reúne la gente y
cómo se dispersa, cuántos policías tienen que llegar para que la manifestación
se disuelva sin que haya muertos.
Todos
los móviles hablando a la vez permiten saber cómo puedo hacer lo que quiero sin
que se levante de la población. Y después predecir lo que pasa, para acallarla
lo antes posible”, asegura.
Y
el mayor problema, es que nosotros entregamos voluntariamente estos datos.
“Es
muy difícil que un gobierno pare los pies a tecnologías que le facilitan un
control tan interesante de la población. Pero la idea es exigir que eso pase,
porque no debería ser así.
Si
ahora mismo desactivas todos los sistemas de geolocalización de tu móvil, te
van a seguir geolocalizando, solo que tú no vas a saber dónde estás, lo único
que haces es desactivarlos para ti.
Igual
que cuando en Facebook o en Twitter y bloqueas a alguien para que no vea lo que
posteas, o lo bloqueas para todos, entonces solo lo ves tú… y Facebook. Lo que
pasa en sus centros de datos, pasa para ti y para ellos. No puedes bloquear a
Facebook, porque estás en Facebook“, finaliza.
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